El sorprendente despegue viñatero de Malleco.

Revista del Campo El Mercurio

Destaca en chardonnay y pinot noir: El sorprendente despegue viñatero de Malleco

Francisco Baettig, el enólogo más destacado de su generación, lanzó hace unas semanas su proyecto personal en el valle de La Araucanía. La botella cuesta $55 mil y ya se vende en Tokio y Londres. San Pedro Tarapacá presentó un pinot noir de la comunidad mapuche Buchahueico que asombró a los críticos internacionales.

“El potencial de calidad es incuestionable”
Peter Richards es un Master of Wine inglés que ha seguido con atención el crecimiento viñatero del Malleco.

“Hay un frescor y urgencia en lo mejor de los vinos del Malleco que los hace distintivos en el contexto chileno. Es difícil decir si es puramente específico del Malleco o simplemente una característica compartida de los vinos de sur de Chile. Sin embargo, de lo que he catado hasta la fecha, desde Sol de Sol a Alto Las Gredas a William Fevre, Baettig, Tayu, De Martino… los chardonnays son quizás los que me han impresionado más. Tienen una acerada acidez, una línea y estructura que es sólida y refrescante, también algo inescrutable, muy constreñido y tímido. Pero los que, dado el tiempo tanto en la botella como en la copa, desarrolla una intrigante complejidad. Tal como sucede con los grandes vinos”.

Respecto de los pinot noir Richards cree que tomará tiempo para que realmente expresen su total complejidad y rango de posibilidades.

- ¿Cuál es el potencial de calidad de los vinos de Malleco a nivel internacional?
“Es inmenso. A mi parecer, el potencial de calidad es incuestionable. Para decirlo de manera simple, si eres un enólogo serio, ambicioso y enfocado en la calidad en Chile y no estás contemplando o embarcándote en un proyecto en el sur, entonces te lo estás perdiendo”.

“Piénsalo. El clima se está calentando y generalmente volviendo más seco. A medida que el clima se calienta, el nivel de alcohol en el vino sube, los niveles de acidez caen. Además, el agua es la llave para que sobrevivan las viñas.
“El sur es el futuro a prueba de problemas para el vino chileno. Pero iría más allá que eso. El sur tiene el potencial para hacer los mejores y más finos vinos chilenos. Finalmente, serán los vinos que van a definir el futuro y Malleco será una parte importante de eso”.

- ¿Qué te parecen los últimos lanzamientos de vinos del Malleco?
"Muy, muy excitantes. He visitado el Malleco por un largo tiempo. Me sorprende que más personas no estén empezando proyectos allá, dado el claro potencial de los primeros vinos. Ahora, finalmente, estamos comenzando a ver que ocurren cosas. Baettig es un gran impulso para la región".

"Amo Tayu, la naturaleza del proyecto y sus ambiciones sociales. Saludo a San Pedro Tarapacá y a la comunidad Buchahueico por su notable iniciativa, esperanzado de que motive muchas más y que el vino sea un vehículo catalizador del cambio social en Chile. Los vinos son también muy buenos, el pinot 2018 es muy elegante, el 2019 un poco más firme y más intenso".

"También probé los vinos de Viña Capitán Pastene recientemente. Muchas grandes historias, vinos agradablemente expresivos con identidad y honestidad".

"Me gustaría ver más vino espumante, más riesling, más variedades locales y pequeños productores eclécticos. Malleco tiene mucho que dar".

Si se lo hubiera propuesto, Francisco Baettig no podría haber elegido un peor momento.

Tras una década de trabajo en las sombras, en junio salió a la luz Baettig, su bodega personal. Era la etapa cúlmine de un período en el que rastreó el valle del Malleco, plantó un terreno en Traiguén con pinot noir y chardonnay junto a su socio Carlos de Carlos, esperó un lustro para sacar la primera vendimia comercial y guardó dos años los vinos hasta que estuvieron listos. El enólogo apuntó alto: la botella más asequible de Baettig vale $25.000, la de mayor valor $55.000.

Pero en los últimos meses había llegado el coronavirus. Los restaurantes de todo el mundo cerraron. Las cadenas de comercialización del vino se trabaron. Baettig tenía en sus manos varias botellas caras de un lugar poco conocido para vender.

Sin embargo, la demanda ha sido firme. La semana pasada Baettig se lanzó en Japón y ya desde fines de junio está a la venta en Inglaterra. Mientras tanto, los críticos internacionales han saludado la llegada de sus pinot noir y chardonnay.

A pesar de que se crió en Santiago, sus raíces están en el valle de la Región de La Araucanía. Ese fue el punto de llegada de su familia suiza a Chile.

Sin embargo, también veía un potencial viñatero en la zona. Mientras se hacía un nombre como director técnico de Errázuriz, Seña y Viñedo Chadwick —de propiedad del empresario Eduardo Chadwick— acaparando premios y convirtiendo la obtención de 100 puntos por sus vinos en una costumbre, Baettig llevaba años siguiendo la pista a los chardonnay y pinot noir que Felipe de Solminihac, enólogo y socio de la viña Aquitania, hacía en Traiguén.

“Malleco les da una calidad a los vinos. Hay rica acidez, alcoholes moderados”, resume Francisco Baettig.
Tras casi dos décadas de sacar vinos del Malleco, De Solminihac ya no está solo. Pequeños proyectos están surgiendo en Traiguén, Los Sauces, Lumaco o Angol. El grupo humano detrás es variopinto: enólogos, agricultores mapuches, médicos y abogados.

Se estima que en todo el valle hace una década había poco más de medio centenar de hectáreas de viñedos. Hoy la superficie se duplicó. Pronto, además, se vienen nuevas plantaciones.
“Malleco es frescor, vitalidad, aliada con estructura y alcoholes bajos. Los vinos tienen un buen potencial de envejecer y desarrollarse. También tienden a ser más sutiles. Es una combinación intrigante. Es sumar el correcto tipo de diversidad a los vinos chilenos. Es tremendamente positivo”, sostiene Peter Richards, Master of Wine, conocedor de los vinos chilenos y coanfitrión del podcast Wine Blast.

Clima especial
Ubicado en el extremo norte de la Región de La Araucanía, el valle del Malleco se extiende desde la cordillera de los Andes hasta la cordillera de Nahuelbuta, cerca del mar. Su territorio incluye ciudades como Angol, Victoria, Traiguén y Capitán Pastene.

La zona contigua a la Ruta 5 sigue siendo un importante proveedor de trigo y otros cereales para el resto del país. Sin embargo, los huertos frutales ganan terreno, con cerezos, manzanos y avellanos europeos mezclándose cada vez más con los trigales.

A medida que se avanza hacia la costa, las plantaciones de pinos dominan el paisaje. La única excepción es un puñado de viñedos.

Según datos de la Asociación de Viñateros de La Araucanía, solo en la comuna de Traiguén ya hay 50 hectáreas plantadas. En Lumaco suman 9 hectáreas, y en Los Sauces, en la parte más costera del valle, llegan a 6 hectáreas.

La mayoría de las parras son unas recién llegadas, buena parte de los viñedos no existía hace una década.
“Me da una alegría inmensa que se están plantando viñas. Tras mucho tiempo de ver que Traiguén era un lugar interesante, otros profesionales están comenzando a llegar”, sostiene Felipe de Solminihac.

Viviana Navarrete es parte de ese grupo. La enóloga de Viña Leyda, parte del conglomerado San Pedro Tarapacá, es responsable del lanzamiento de Tayu, un pinot noir producido a partir de uvas de la comunidad mapuche de Buchahueico, en Los Sauces. Las parras fueron plantadas con apoyo del Indap.

Tayu 2018 fue lanzado hace un par de meses, también en plena pandemia, y críticos como Tim Atkin lo han destacado, entregándole 94 puntos, un puntaje alto para un debut y en una cepa que no es fácil de producir fuera de la Borgoña, en Francia. Debido a que partió solo con 6.500 botellas, tras ganar un concurso de un monopolio provincial canadiense, el restante se está vendiendo en Chile.

Navarrete explica que comparado con Leyda —ubicado en el valle de San Antonio, en la Región de Valparaíso—, el viñedo de Buchahueico va siempre tres semanas después en su desarrollo fenológico. La lluvia es muy superior a la zona central, con cerca de 900 milímetros el año pasado.

Un punto que exige precaución en Malleco es la presencia de heladas, lo que exige elegir con mucho cuidado la zona a plantar y tener equipos para controlarla.

Francisco Leyton, socio de la Viña Clos des Fous, con viñedos en Traiguén, explica otra particularidad del Malleco.
“La intensidad lumínica es mucho menor que en la zona central. Siempre hay muchas nubes, de esas bien gordas”.
Los suelos, en tanto, son muy diversos, hasta Traiguén hay una importante presencia de material volcánico. Camino a la costa el granito comienza a predominar y surge también la piedra laja.

A la hora de sacar un proyecto viñatero adelante, eso sí, lo que importa es la calidad que está en la botella.

“En el caso del pinot noir, en Buchahueico naturalmente se dan notas especiadas, que cuesta mucho trabajo lograr en la zona central. Además, hay vivacidad, textura, profundidad en los vinos”, sostiene Viviana Navarrete.

Barrera cultural
Juan Alejandro Jofré completa un lustro trabajando en Los Sauces. Lo llevo allí Silvana Cavalieri, médico anestesista infantil. Nacida en la parte más costera del Malleco, es descendiente de los colonos italianos que llegaron a comienzos del siglo XX.

En la vecina Capitán Pastene, los restaurantes italianos y la producción de prosciutto, viven un auge. Malleco es un revoltijo de culturas. Mientras que en Traiguén llegaron una buena cantidad de inmigrantes suizos de habla francesa, hacia la costa llegaron italianos. Desde mucho antes el pueblo mapuche prosperaba en la zona.

“Los Sauces es una de las comunas más pobres de Chile. Silvana se propuso hacer algo para levantar a una zona que está rodeada de plantaciones forestales y se le ocurrió plantar viñas”, afirma Jofré.

Como enólogo, uno de los desafíos mayores ha sido entrenar a los trabajadores. A diferencia de la zona central, el conocimiento local sobre viticultura es casi nulo.

Viviana Navarrete explica que inicialmente también debieron enfrentar la barrera cultural. Sin embargo, como cada familia de la comunidad Buchahueico debió hacerse cargo de un viñedo de 2,5 hectáreas, el aprendizaje ha sido acelerado.
“La comunidad Buchahueico, como todo el pueblo mapuche, es muy trabajadora. Tiene el campo impecable. Al principio les entregamos conocimiento de cómo trabajar las parras, pero ahora yo estoy aprendiendo de ellos. En la zona central estamos acostumbrados a trabajar grandes extensiones. Ellos, en cambio, lo hacen a una escala familiar. Han aprendido cómo se comporta cada parra. Ese nivel de detalle es similar al que hay en la Borgoña”, afirma Navarrete.
Juan Alejandro Jofré apunta a que, a pesar de ser una zona prácticamente virgen para la vitivinicultura, el clima, suelos y la historia humana, la gastronomía y el potencial turístico del Malleco le juegan a favor.

En Capitán Pastene hay varias trattorias, una de ellas pertenece a la familia del presidente de la Asociación de Viñateros de La Araucanía, Juan Pablo Lepín Leonelli. Abogado de profesión, está a punto de lanzar un syrah de Capitán Pastene. El profesional es el resultado de la historia del Malleco, mitad mapuche, mitad italiano.

“Claramente en Malleco todavía la superficie con parras es pequeña si se la compara con la zona central. Sin embargo, es una de las pocas áreas del país en que los viñedos crecen. En las regiones de O’Higgins y el Maule o están estancados o están siendo arrancados para plantar frutales”, afirma el dirigente.

Lepín Leonelli afirma que en La Araucanía hay una quincena de emprendimientos con botellas a la venta, casi todas ellas están establecidas en el Malleco. En algunos casos, los viñedosse venden uva a varias bodegas.

El dirigente explica que los proyectos son a pequeña escala. Las mayores superficies en manos individuales apenas llegan a las 22 hectáreas. Usualmente son de una a tres hectáreas.
En la expansión de los viñedos también cumple un rol el Indap. El organismo, en vista de los promisorios resultados, está levantando una veintena de proyectos viñateros, de no más de una hectárea, en La Araucanía.

Faltan bodegas
“El Malleco tiene todo para hacer grandes vinos. Sin embargo, para lograrlo hay que seguir trabajando a pequeña escala. No se debe cometer el error de la zona central de tratar de producir cada vez más”, afirma Juan Alejandro Jofré.

El enólogo explica que por las condiciones de clima más extremas, las producciones de Malleco naturalmente son más bajas que en la zona central. Eso obliga a apuntar a un segmento de precios más alto para que la producción vitivinícola sea sustentable. Alcanzar la calidad necesaria exige la sintonía fina propia de los pequeños proyectos.
Jofré también propone que se apoye levantar bodegas locales, pues hasta ahora la uva de la zona se lleva hasta la zona central para ser convertida en vino.

Francisco Leyton, en todo caso, valora la dimensión emocional de la viticultura del Malleco.

“No es fácil llegar a producir en Malleco. Si te das cuenta, los viñedos son proyectos de gente apasionada. Eso es algo que la gente que ama el vino valora mucho”.


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